miércoles, 8 de marzo de 2017

"A usted... ¿cómo le llaman...?"

Así se nos dirigía un profesor que tuve en Bachillerato, un magnífico profesor de Literatura, culpable en parte de mis aficiones... porque es verdad, muy pocas veces "nos" llamamos; nuestro nombre nos lo ponen otros, lo usan otros, y trabajo nos cuesta cuando pretendemos, por ejemplo, que dejen de llamarnos por un apodo y lo hagan de otra manera...




Viene esto a cuento porque he leído que en breve, si no se ha presentado ya, se hará pública una lista de los nombres aragoneses de los Tresmiles de nuestro Pirineo: estoy deseando verla, para estudiarla y, después, modificar los hábitos adquiridos con los años... o no, según el caso. Y que conste que es un interés meramente platónico: o muy rápidamente se abaratan e incrementan su capacidad de carga los drones, o veo seriamente improbable que llegue yo a hollar una de esas cumbres, ya que, incluso en mis mejores momentos, me quedé a pocos metros de "hacer" un Tres Mil... me gusta verlos desde donde ahora puedo, desde abajo, admirarlos, fotografiarlos, y darles su nombre correcto... y eso no siempre es fácil, partiendo del hecho de que las montañas no están rotuladas, la cartografía disponible no permite, a veces, identificarlos adecuadamente y, por si algo faltase, es posible que sobre el nombre correcto de un pico haya más de una opinión... un poco de normalización, por lo tanto, es, por mi parte, entusiásticamente recibida.

Siempre he pensado que parte del problema reside en que los nombres de las montañas no siempre han tenido la importancia que les damos ahora; de un libro descacharrante, "El Antropólogo inocente", de Nigel Barley, aprendí hace años que el Ser Humano, en su innata vagancia -economía de medios, por decirlo en fino- no está especialmente interesado más que en aquello de lo que puede extraer un beneficio más o menos inmediato o, por el contrario, representa un peligro para él: durante siglos y siglos -y, por lo menos, tres o cuatro idiomas distintos- nuestro Pirineo ha estado poblado por sociedades pastoriles, viviendo siempre en el margen de la subsistencia, en un clima hostil, condiciones que difícilmente facilitaban ni hacían necesaria una exploración del territorio que no estuviese directamente ligada a sus necesidades; las tierras de pasto o de labor, los bosques donde se podía obtener madera y caza, las minas, los ríos, las fuentes, los puertos y pasos que te comunicaban con territorios vecinos... eran lugares necesarios, conocidos, apropiados y nombrados: pero las cumbres... si no sospechaba que se le había perdido una oveja por ahí arriba, ¿qué interés podía tener un sobrarbense de hace trescientos años en subir a un Tres Mil...? ¿Exponerse a romperse una pierna, accidente que, sin GREIM, era la muerte segura o, peor aún, la invalidez...?

Por supuesto, había otro interés hacia las montañas; el mágico, suponerlas refugio de las deidades que, más o menos, regulaban sus vidas, especialmente enviándoles tronadas, pedregadas, borrascas y otros alicientes por el estilo... pero ni ese interés ni el meramente orientativo ("Por allí... por allá...") requerían una gran precisión: aún hace algunos años recuerdo que, un día de borrasca, un anciano me decía: "Está nevando en os Puertos..."; los puertos, las estivas, los pasos y los pastos, tenían importancia: las cumbres... ahí estaban, ni molestaban ni importaban demasiado.

Seguramente el interés por parte de nuestros paisanos se disparó cuando llegaron gentes de fuera de las montañas que querían conocerlas, subir a ellas... y necesitaban los servicios de los montañeses como guías: es muy probable que alguno se apuntase sin tener ni idea de por dónde diablos se subiría ahí arriba, pero no era gran problema, costumbre de andar por peñas y riscos no le faltaba a ninguno... primero fueron cartógrafos militares, trazando la raya fronteriza con Francia, pero enseguida empezaron los visitantes extranjeros: nos llegaban los aires del Romanticismo y el descubrimiento del Paisaje, cuanto más pintoresco -propio de pintores-, mejor... lo que hasta entonces eran, meramente obstáculos, dificultades para ganarse la vida lo más placenteramente posible, que es a lo que cualquier persona sensata aspira, pasaban a ser ahora panoramas gigantescos, escenarios grandiosos, retos que estaban ahí para que gentes con las necesidades materiales resueltas -nuestros montes se pueblan de condes, princesas y rentistas- se jueguen la crisma por el placer, descrito como sublime, de contemplar paisajes desconocidos y, a ser posible, torcerse el tobillo en una garganta que se presentaba, ahora, como infernal, caótica, aterradora... cuando hasta aquel momento había sido, sencillamente, un fastidio.


¿Consecuencia inmediata...? Que los nombres de nuestras montañas fueron puestos por gentes procedentes de otras tierras, los que de verdad estaban interesados en ellas; transcribiendo con mejor o peor oído los nombres que mascullaban los lugareños -que, estoy seguro, muchas veces los inventarían, para cimentar su fama de guías avezados- o, sencillamente, poniendo nombres nuevos, en autohomenaje a otros descubridores como ellos, o fruto de sus fértiles imaginaciones, espoleadas por el calentón de la conquista de las cumbres.

Y no tiraron por lo bajo, no... llenaron nuestros mapas de Infiernos, Diablos, Maldiciones, historias mitológicas... no de la mitología local antigua, perdida ya desde siglos atrás, desconocida hasta por los lugareños, sino por recreaciones cultas de la Mitología clásica, conocida, tan solo, por los curas, como mucho, si habían prestado atención a los Clásicos en el Seminario... que se superponía a la mitología mucho más hogareña, de santos y vírgenes, que el pueblo realmente existente manejaba en terrenos situados a cotas accesibles... podíamos decir que hasta los 2.500 metros, más o menos a la cota del Pino Negro, llegaban los santos y las vírgenes de las beatas y los curas, y, a partir de allí, empalmaban con los territorios de los Atlantes, Roldán, Hércules o el Gigante Gerión, al que, os lo puedo jurar, he oído también mencionar hablando de pedregales de nuestras montañas.

Hay un caso paradigmático en Sobrarbe, y, además, afecta al macizo más característico, y que da nombre a nuestro Parque Nacional: Monteperdido, el Monte Perdido.

Parece clara la incongruencia de llamar "Perdido" a un macizo montañoso que se ve desde distancias increíbles: yo he podido divisarlo -y no soy un halcón, sino más bien miope- desde la vertical del Aeropuerto de Barcelona y desde una de las Torres del Pilar, a 300 y más de 200 kilómetros, respectivamente; desde La Panadella, desde Belchite... se ve también desde el Moncayo y, recientemente vi una foto obtenida desde tierras de Teruel... perdido, por lo tanto, no es que esté... si bien es cierto que, según te vas acercando a él, desaparece, salvo en Pineta, donde su cara Norte domina el valle... mucha de la gente que visita Ordesa se vuelve a casa sin haberlo visto si no llega a Soaso; por ejemplo, si viene desde Zaragoza o Huesca, pierde su última oportunidad en Monrepós... si sube desde Barcelona, en L'Ainsa... aunque desde el castillo de Boltaña, el observador avezado puede llegar a ver la puntita de su cumbre.

Por supuesto, el nombre se puso desde Francia, donde la cumbre del Perdido apenas si se avista desde algún lugar muy concreto del Valle de Gèdre, precisamente donde hay un Hotel du Mont Perdu... franceses fueron quienes primero se interesaron por él, por decirlo así, deportivamente -Heredia subió estando de servicio-, y franceses quienes le dieron su nombre... ¿si los guías nativos les hubiesen dicho que "aquello" se llamaba de otra manera, hubiesen ellos contestado: "Ah, mais non, ça s'apelle Mont Perdu, monsieur..!"? lo dudo, el toque exótico hubiese ganado... seguramente el tema del nombre ni se planteó... de cualquier manera, seguimos sintiéndonos ligeramente incómodos con "Monteperdido"; meterle mano al nombre implicaría nada menos que una modificación legislativa, ya que ha dado nombre, junto con Ordesa, a nuestro Parque Nacional; además, ¿qué ponemos en su lugar...? ¿Optamos por "Aso", como creo recordar que proponía el Dr. Plá, nuestro erudito boltañés de adopción...? creo que se plantea otra opción, "Puntón de Treserols", a la espera estoy de la famosa lista... pero no dejo de recordar que la cúspide de la Peña Montañesa recibe el nombre "popular" de "Puntón d'o Libro", que, supongo, hace referencia al libro de firmas -del que ya he conocido varias reencarnaciones- que difícilmente puede llevar allí demasiados años, y que vendría a ser como dar categoría de "Nombre popular" al "Tozal d'o repetidor de Vodafone", pongo por caso...

Pero es que el nombre de todo el macizo también ha sufrido sus altibajos: por lo menos, en este caso sí se conservaba un nombre popular: Treserols. "Erol", posiblemente preromano, lo encontramos también en la mismísima Barcelona, en la Serra de Collserola, "Coll s'Erola", pero... "Tres"? ¿Por qué no cuatro? De hecho, desde muchos lugares, el Cilindro queda escondido detrás de Monteperdido, y aparece como tercera cima, más baja, pero no por ello menos impresionante, la Punta de las Olas... podríamos concluir que los Tres Erols de Treserols, como los Tres Mosqueteros, son cuatro... pero el "Tres" tiene un prestigio mágico que difícilmente puede disputarle el "Cuatro", y así lo vemos, pocos cientos de metros al Este, cuando las Sucas o Zucas, las "Tres Marías"... vuelven a ser cuatro.

Treserols, como nombre, tenía un problema; ¿Qué c.... era un "Erol"? Rápidamente se encontró una solución: serían las "Tres Sorores", las Tres Hermanas, y eso daba un bonito juego a leyendas varias, tres hijas de un rey, tres damas de alta alcurnia -no podían ser tres cabreras, claro, aunque la tierra daba muchas más cabreras que princesas-, hechizos, maldiciones, petrificaciones... hasta Sender se sumó al carro, en una novela menor... las "Tres Sorores" siguen oyéndose, supongo que cada vez menos, pero se tarda años en reconducir situaciones así...

El Cilindro tuvo la inmensa suerte de parecer justamente eso, un Cilindro: pese al pliegue en su pared Este, llamado "la gamba", nadie, que yo sepa, se ha atrevido a hablar de la "Gamba de Marboré",o "Marmoré", que esa va a ser otra... pero la segunda cumbre del macizo conoció uno de los rebautizos de "Clase dos"; para honrar al Barón Ramond de Carbonières, pasó a ser llamado "Soum de Ramond"

No seré yo quien discuta los innumerables méritos de Louis Ramond de Carbonnières, amigo de Napoleón, Barón del Imperio, Prefecto, montañero, botánico... llevan su nombre tres cimas, un endemismo -la Ramonda pyrenaica-, una festuca... me tengo prometido aprovechar un viaje a París para visitar su tumba, en el romántico cementerio de Montmartre. Además, el nombre de su cima -consta que subió a Monteperdido al tercer intento, pero no sé si pasando antes por ella- ha quedado ya perfectamente integrado: Sunderamón, así tal cual... pero... aquí si parece claro que el nombre primigenio, o, por lo menos, el más nativo, sería Pico de Añisclo... Barón, su Soum peligra...

Como peligran también nombres de personas ante cuyo recuerdo debemos todos los que amamos estas tierras quitarnos la boina: Lucien Briet, mi amado Briet, que podría quedarse sin Mallo Gran, reducido a su monumento, eso sí, junto a la pradera de Ordesa que tanto quiso... Schrader, el Príncipe de la Moscowa -¡el hijo del Mariscal Ney, otro amigo de Napoleón!-, Lady Lyster, a la que imagino con sus enaguas almidonadas triscando por su Corredor, allá por el Vignemale, en realidad Vinhamala, en realidad, por nuestro lado, Comachibosa...

Siempre he sido amigo de paños calientes; propongo, por lo tanto, una solución de síntesis, de compromiso... demos a nuestros montes los nombres más apropiados posibles, aquellos que tengan un arraigo en la memoria de nuestras gentes, en el supuesto de que aún puedan encontrarse vestigios, más o menos creíbles, de cómo llamaron a aquellas montañas quienes junto a ellas -que no en ellas; ahí no vivía nadie en su sano juicio- vivían... pero no dejemos caer en el olvido aquellos otros bautizos que recordaban a gentes dignas merecedoras de eso y de más... me apunto a caballo ganador, porque imagino que esa será la solución real: yo la institucionalizaría: nombre oficial: Pico Añisclo/Sunderamón, así tal cual, con su barra inclinada.... honraremos así a nuestros Antepasados, y también a nuestros Antecesores en el amor a las montañas...









1 comentario:

  1. Hola Antonio:

    Usted no me conoce. Por lo tanto le pido disculpas por la intromisión. He visto su post en un muro que acabo de abandonar por incumplimiento de normas y falta de rigor. He leído detenidamente el artículo de este Blog y como aparentemente me parece muy acertado pues simplemente me gustaría hacerle algunas sugerencias. También le advierto que como buen aragonés soy tozudo y muy impertinente, pero no pretendo mancillar ni emborronar su muro, por lo que le ruego que tras la lectura y si no le parece adecuado, con toda confianza me lo dice y yo borraré todo ¿OK? Gracias de antemano por su atención.

    -----

    Monte Perdido es la castellanización de Mont Perdu (pero todo eso usted ya lo sabe porque lo explica con bastante claridad). —Parece clara la incongruencia de llamar "Perdido" a un macizo montañoso que se ve desde distancias increíbles— eso lo parece ahora que es conocido por todos. Cuidado, desde Soaso se ve perfectamente al coloso junto con lo que usted llama —Sunderramón— odio estas castellanizaciones como San Ramón y otras similares y mucho peores que prefiero no reproducir. ¿Por qué castellanizamos lo incastellanizable? Los chicos de cierto diario aragonés reputado son expertos en ello ¿Por qúe castellanizamos, entre numerosos y vulgares ejemplos, "parquín" del inglés original "parking" si tenemos un fabuloso y descriptivo vocablo castellano como "aparcamiento"?

    A mi no me molesta en absoluto ni Mont Perdu (como primer nombre original individual de la montaña) ni su castellanización, porque como usted bien dice fue el nombre que le pusieron aquellos que primero se interesaron por él y, ese detalle (en la filosofía montañera), merece un respeto que cuatro todólogos metidos a toponimistas, porque no tienen otra cosa que hacer para justificar su desproporcionado sueldo, se van a pasar por donde usted ya sabe.

    Por otra parte, los montañeses (franceses y españoles, que como usted tambien define correctamente) se ocupaban de todo menos de las cimas, un buen día (antes o después, ahora no es relevante), (quizá influenciados por leyendas) se dieron cuenta de que había tres juntas de talla parecida y las bautizaron en aragonés como As Tres Sorores, Las Tres Hermanas (ojo, pero no de sangre sino de culto, osea, monjitas, quizá compañeras de las famosas Devotas). No se complique pues con —Erols— Treserols es lo mismo pero en belsetano (el aragonés hablado en el superprotegido entorno de Bielsa y que debemos conservar como oro en paño porque es tradición oral).

    Una pequeña tontería. La —Gamba— de la cara Sureste del CIlindro de Marboré (verdadero eje vertebrador, este ultimo, de todo el macizo) es una Vía de Escalada abierta por Luís Sanz y Antonio Martí Mateo "Toni" ex-guarda del Refugio Julián Delgado Ubeda o de Góriz desde su inauguración hasta principios de la década de los 80 del siglo pasado, que discurre por la parte inferior del pliegue acostado (sin llegar a darle la vuelta pues sale rápidamente por la tangente hacia la amplia antecima) que le da nombre y paralela a la derecha de la Vía Kasparrek.

    Bueno y como reconozco que ya me estoy poniendo muy pesado, pienso que estos futuros y absurdos cambios como el de Torla por Torla-Ordesa, solo van a traer problemas y discusiones innecesarias. Lo mejor, para no faltar al respeto a nadie ni mancillar ilustres memorias es dejar todo como está y dualizar un poco como usted dice "PIco Añisclo o Soum de Ramond", "Morrón de Arrablo o Torre de Góriz", "Punta Acuta o Pico Schrader", etc, etc, etc.

    Pero vamos, yo no tengo la más mínima autoridad sobre todo lo que acabo de contar. Consulte usted a los expertos, por favor.

    -----

    Creame, estoy más a su favor de lo que puede parecer.

    Saludos.

    EDUARDO SANCHEZ ABELLA

    ResponderEliminar