lunes, 22 de mayo de 2017

Montauban, un mercado, una boda y una tumba..

A cincuenta kilómetros de Toulouse, Montauban, una Toulouse pequeñita...





A orillas del Tarn, que es aquí un pacífico río de llanura que ya ni se acuerda de sus gorges; tierra buena, honda, la roca debe estar muchos metros más abajo... por eso se construye con ladrillo, el ladrillo rojo, que da su nombre a estas tres ciudades, Toulouse -que no vamos a visitar esta vez-, Albi y Montauban...



Llegamos en pleno mercado del Sábado por la mañana... hacia allá vamos, como atraídos por un imán: un mercado francés es siempre un lugar digno de visitar, lleno de tentaciones, a las que difícil es resistirse: boulangeries con los panes más insospechados, y todos excelentes, fromageries temáticas; la de cabra la de oveja, la de vaca, con una vaquita de peluche para que no haya dudas... compramos para cenar en el turismo rural donde nos alojamos; la expedición ha quedado reducida a cinco: Nieves y Jesús, nuestros amigos de Sieste y la Ribera del Ebro, médicos. buena compañía para un hipocondriaco como yo, Marithé, boltañesa recriada en Francia, que vive a pocos kilómetros de aquí, Blanca y yo... no es la primera vez que viajamos juntos, un buen equipo... frutas y lègumes de todos los tipos, unos espárragos que Jesús reconoce que tienen muy buena pinta, unas cerezas -aquí el experto soy yo- que, la verdad, ni fu ni fa, y unos fresones, o fresas, vaya usted a saber, de tamaño intermedio, bicónicas, de un aroma y un sabor excepcionales... en un chiringuito, un alegre chacinero fríe en un hornillo una especie de longaniza (en Aragón) o butifarra (en Cataluña); las tiene también envasadas al vacío, con una etiqueta donde pone, en letras grandes, "Narcord": "¿Eso se llama "Narcord"?", pregunto, en mi mejor Francés... "No, no, Narcord soy yo, eso es... du porc, cerdo..", me contesta el buen hombre...


En un rincón, junto al mercado, un "vide-grènier", una venta de trastos procedentes de los desvanes, las falsas... siempre busco, intentando dar con alguna joya, pero solo hay eso, trastos, zarrios... Pero no son como los nuestros; nosotros tenemos botijos, pucheros rotos, esquillas y cepos zorreros; ellos, además, bailarinas descascarilladas de falsa porcelana de Sevres, cajas de pilules de metal esmaltado en colores, ceniceritos, condecoraciones republicanas, cosas de ganchillo... son trastos de país rico, cursis, pero hay que ser rico para llegar a ser cursi...

La Catedral es fea. punto; Montauban fue villa hugonota, la Catedral no sé si lo es, o es católica, pero tiene ese aire severo, desprovisto de adornos, tan característico de la Reforma: por el contrario su antigua Plaza Real, ahora Plaza de la Nación, armónica, en ladrillo rojo, con hondos soportales dobles, es señorial y hermosa; comeremos en una calle vecina, en una mesita de reducidas dimensiones, como es habitual en Francia, pero viendo pasar a la gente, y a la sombra, en un día en que el Sol empieza a apretar, saliendo entre las nubes.




Una vez más, me encanta el raciocinio aplicado a la hostelería; parece que las cartas las haya redactado el mismísimo Descartes, quizás de ahí viene el nombre; tienes tus "formules", de entrante, plato principal -"du jour", que siempre tiene varias opciones- y postre: puedes elegir el tout complet, un entrante y postre, un entrante y plat du jour, un plat du jour, con buen acompañamiento, y postre... con diferentes precios, por supuesto... y, encima de la mesa, la carafe d'eau, perfectamente potable, y gratuita... nada que ver con nuestros rígidos menús de dos platazos y postre, que pagas si o no (siempre convenzo a mis acompañantes para que lo pidan, así como postre doble), o, en el mejor de los casos, te lo cambian por el café, como si valiesen lo mismo...

Después de comer nos acercamos al río, y pasamos por la puerta del Ayuntamiento, en el momento en que empieza a llegar una alegre caravana de coches adornados con flores y lazos de gasa: por supuesto es una boda. Una boda de argelinos. Los chicos, altos y guapos, enfundados en trajes negros con camisa blanca y corbata, tocan panderos; las chicas, morenas, guapísimas, bailan y lanzan gritos tradicionales; se ve alguna chilaba, algún velo, entre la gente mayor... un caballero anciano viste de chilaba blanca y casquete... pero es una boda francesa, republicana, con alcalde -o concejal- con su franja tricolor, leyendo artículos del Código de Napoleón... sus antepasados, obviamente, no son los galos, ni comían jabalí -¡jalufo, jalufo!-, pero son la Francia de hoy y, obviamente la del mañana. Y lo siento, doña Marina, pero eso es lo que hay, y bien contenta puede estar, que han dado al Mundo un Zidane del que, por cierto, poco contentos están hoy mis conciudadanos barceloneses...

Al coche, una vez más, y un corto recorrido hasta el Cementerio de Montauban el objetivo sentimental de mi visita: los cementerios franceses son minerales, feos, suelo empedrado, tumbas de piedra, generalmente artificial, cemento... pocos árboles, siempre cipreses... nada que ver con los vegetales Friedhöfe alemanes, tan verdes, tan mulliditos, que te quedarías... eso sí, han tenido el buen detalle de bautizar a las calles con nombres de pájaros; "Les merles", "les mésonges"... cuando se acaban los pájaros, al fondo del cementerio, una pequeña bandera republicana -española, quiero decir; en Francia todas son republicanas, claro- nos indica que estamos ante la tumba de Don Manuel Azaña Díaz, Presidente que fue de la República, hasta su exilio y dimisión en 1939.



Me doy cuenta, demasiado tarde, de que nunca me he aprendido la letra del Himno de Riego; me sé de corrido la música, que la Ronda de Boltaña siempre toca en sus actuaciones, pero sólo recuerdo el estribillo: "¡Soldados, la Patria nos llama a la lid/juremos por ella vencer o morir!"; y aquella otra estrofa que me enseñaba mi abuela Encarnación, malagueña y de familia liberal, que la habría recibido casi de testigos presenciales: "Si Torrijos murió fusilado/no murió ni por vil ni traidor/que murió con la espada en la mano/defendiendo la Constitución..." así me veo yo, defendiendo la Constitución... en España no tenemos suerte con los himnos: el de ahora, se silba o tararea -unos lo tararean, otros lo silban-, el más cantado, el "Cara al Sol", era un poema de madrileños de familia bien, y la gente no entendía la letra... "Impasible el ademán...", y oían y repetían "¡Imposible, el Alemán..!", se lo cuento a mi profesora, Anette, y se muere de risa... "Ach so, imposible, ja...!" Pero al Presidente hay que rendirle honores, y le canto lo que puedo...

Si vamos a ver, es una pequeña vergüenza tenerlo aquí, en tierra extraña, que lo acogió un poco a contrapelo, y donde murió a los sesenta años, un chaval, yo creo que de pena... pero es casi mejor dejarlo debajo de un no demasiado afortunado monumento, una especie de llamas o estalactitas transparentes, de metacrilato, traspasadas por otra roja, demasiado evidente la sangre... España, incluso la España de ahora, es un choque, un sobreestímulo demasiado fuerte para un espíritu sereno y reflexivo como el suyo; de los problemas que dejó, sólo se han arreglado, precisamente, dos de los que más lo trajeron de cráneo: los jornaleros -en Casas Viejas, los que no han emigrado, cobran el PER-, y el Ejército, definitivamente democratizado y civilizado, yo creo que gracias a la OTAN, con la de carteles que llegué a pegar en su contra... pero los curas siguen haciendo de las suyas -si se enterase de lo de la concertada, él que acabó de los colegios de frailes hasta el pirulo de la boina...-, y Cataluña... después de defender fogosamente el Estatut d'Autonomía, su calvario durante la Guerra Civil se vio enturbiado por la deslealtad sediciosa de Companys y los bandazos internos de un Partido Socialista escindido en facciones irreconciliables... ¿Os suena...?

Descanse usted, Don Manuel, por allá abajo seguimos, a trancas y barrancas... consuélese con sus palabras escritas sobre su lápida: Paz, Piedad y Perdón... en eso estamos, aunque no todos los días... amén.






1 comentario: