viernes, 30 de junio de 2017

Mi vida como gato de Schrödingen

Generalmente, desde que me jubilé, escribo sobre lo que me da la real gana: es un sentimiento muy agradable, de verdad. Hoy voy a hacer una excepción, y escribiré sobre algo que, por gusto, nunca hubiese experimentado; pero las cartas salen como salen, y hay que jugar con ellas, en fin...

El gato de Schrödingen es un curioso felino, lo único que sobre la física cuántica que conocemos los que hemos entrado en contacto con ella a través de Sheldon Cooper: aquí os dejo una explicación de la famosa paradoja...http://www.astromia.com/astronomia/paradojagato.htm, aunque siempre recuerdo el comentario de Penny, desde su filosofía de la Arkansas profunda: "A mi hermano también se le quedó encerrado un gato dentro de un arcón... pero no hizo ninguna falta abrirlo para saber que dentro había un gato muerto..."

La verdad, nunca se me había ocurrido plantearme la paradoja desde el punto de vista del gato, hasta que he descubierto que esa, exactamente, es la situación en que se encuentra cualquier enfermo a la espera de una prueba clínica; tú estás como estás, incluso, muchas veces, sin ninguna molestia física digna de mención: pero sólo el resultado de la prueba, que va corriendo por sus procedimientos propios, que te son enteramente ajenos, te leerá el futuro, te explicará, con bastante claridad, si estás jodido, muy jodido, o extremadamente jodido... abrirá la caja, y el gato estará vivo... o no...

Todo el proceso se inicia cuando, una mañana, en Boltaña, descubro que mi orina es anormalmente oscura. Entre mi dormitorio y los lavabos hay, exactamente, cincuenta y cuatro escalones; no os extrañará que utilice lo que los antiguos llamaban, en bella expresión, "vaso de noche"; no le doy excesiva importancia, pero el fenómeno se repite siete días después; recuerdo un antiguo consejo: "Mea claro, y hazle una higa al médico"; el equivalente moderno de la higa es el dedo  medio tieso, lo que el hijo de una amiga llama "el dedo de insultar"... no, no estoy meando claro, y la prudencia aconseja evitar cualquier gesto ofensivo y comentar el tema con un médico.

Gracias al peculiar sistema sanitario imperante en Catalunya y en buena parte de la España urbana, donde coexisten la sanidad pública y la privada, tengo médicos de cabecera donde elegir; me decido por el que más rápidamente me puede atender, el que corresponde a la mutua privada; desgraciadamente se ha fracturado un brazo, pero me dirigen a una doctora para mí desconocida: es una agradable sorpresa; una señora aún joven, grande y guapa, que me recibe de pie, en la puerta de su consulta, presentándose, sonriendo y mirándome a los ojos: debo decir que la inmensa mayoría de los médicos que llevo tratados en estos días actúan así: yo lo establecería como prueba selectiva para el ingreso en la Facultad de Medicina: en cuarenta años de funcionario, jamás he recibido a nadie en mi despacho sin acogerlo con un saludo y una sonrisa en la puerta...

Tengo dos temas que consultar con la doctora: una persistente tendinitis en el Talón de Aquiles, y el asuntillo de la orina oscura: me ordena un análisis de orina y, curiosamente, dedicamos más rato a la tendinitis, con prácticas de estiramiento... sobre la orina... pueden ser tantas cosas, no adelanta opiniones hasta ver el resultado de los análisis...

El seis de junio termina mi curso de Alemán; lo celebro con mi Lehrerin y mis compañeras con un vermut en mi casa; yo aporto zumo de manzana y, sobre todo, botellas de cerveza blanca, la Weissbier, una de mis favoritas; me bebo dos botellas de medio litro... cuando me despido de mis invitadas, consulto el móvil; tengo disponibles los resultados del análisis: hay sangre, bastante sangre...

Son , más o menos, las dos del mediodía: localizo a mi nueva doctora de cabecera, que me programa una ecografía para las cuatro, dos horas después... con dos litros de agua en mi cuerpo, me tiendo sobre la camilla: el médico, la mirada en la pantalla, va cantando... "Riñones, limpios.... uréteres, limpios... hummm..." al llegar a la vejiga, se ha hecho el silencio... reemprende: "próstata, normal...." me extiende las fotos y el informe, y me aclara... "Aquí, en la vejiga, hay una verruguita, hay que sacarla..." en el informe, "verruguita" se abrevia "Tm", para que quede claro...  en dos horas escasas he pasado de ser un alegre estudiante de Alemán con un litro de Weissbier encima, a ser el feliz propietario de un tumor en la vejiga, seguramente canceroso... me aclara el médico que, en un 90% de casos, lo son,  aunque también en un 90% de casos son poco agresivos...

Mi hermano pequeño acaba de pasar por esa experiencia hace pocos meses; eso me evita hacer lo que tanto odian los médicos; lanzarme en tromba sobre el Google; ya lo hice con mi hermano, y estoy bastante informado sobre el tema...  la visita, cuatro días después, con el urólogo, confirma la impresión: pero aún no puede fijar fecha de operación; tiene pendiente un congreso en Madrid, y prefiere derivarme a otro equipo, que podrá operarme antes; cree que, desde el punto de vista de la enfermedad, un retraso no sería importante, pero se pone en mi lugar...

Así, el 16 de junio me encomiendo al equipo de urólogos que van a atenderme: en esta ocasión, me recibe otra doctora joven, de apellido euskaldún y suave acento criollo: me informa de las posibilidades... "los cánceres de vejiga se dividen en los muy, muy malos -no vamos a hablar de ellos- y la mayoría, que son  muy, muy puñeteros; pueden reproducirse, se limpian, pueden volverse a reproducir..." le expreso mi deseo de que se trate de un cáncer muy, muy puñetero, pero sin mala intención... me fija la fecha de la intervención: veintisiete de junio,,, cuando ya me despedía, me conduce a la mesa de exploraciones... "aún tengo que reconocerte..."... manipula hábilmente mis colgajos y, como despedida, me mete un dedo en el culo... "no te preocupes, tengo la mano muy chiquitita..." la verdad es que ni lo noto...

¿Pueden empeorar las cosas...? ¡Por supuesto...! atravesamos una ola de calor sahariano y, como suele sucederme en esos casos, arrastro un catarro de campeonato... toso sin cesar, tengo algo de fiebre, Blanca está preocupadísima, por si me retrasan aún más la fecha de la intervención... paso diez días tosiendo, sudando, apenas durmiendo, no tengo cabeza casi ni para leer, la programación veraniega de las televisiones es la mierda habitual... me impongo, como disciplina, ir colgando cada día alguna cosilla en el feis... electro plano, plano... el fin de  semana viene mi hija con mi nieto, y celebramos el 90 cumpleaños de mi madre... por lo menos algo me distraigo.

Y llega el día 27... a eso de la una y media de la madrugada, cuando apenas había conciliado el sueño, nos despierta un estruendo que, medio dormido, confundo con un trueno.... pero ha sido dentro de mi casa... de un salto, estoy de pie, y entro en nuestro cuarto de baño; media mampara de la ducha ha estallado, y el suelo está sembrado de miles de fragmentos de cristal, teóricamente de seguridad... "Lo que nos faltaba, un cuarto de baño Swarowsky", pienso... milagrosamente, nos volvemos a dormir.

Preparo el equipaje de clínica... ¿qué se lleva uno a una operación....? neceser, por supuesto, cargador del móvil, alguna camiseta, por si hace frío, ¿calzoncillos...? bueno, por si acaso... unas chanclas... mi yukata, una especie de kimono japonés, voy a ser un postoperado muy elegante... y que no falte un libro; Blanca me ha regalado una novela sobre las vidas de Saint Exupery y sus compañeros, Mermoz y Guillaumet, mi eterna afición a la Aviación, y el recuerdo de sus picos en el Fitzroy... será un buen compañero y, pese a su considerable tamaño, lo devoraré en dos días...

Badaín llega desde Madrid, y ella y Blanca me acompañan a mi habitación. Una habitación para mí solo, con una magnífica vista sobre Barcelona y, especialmente, el Baix Llobregat, L'Hospitalet, donde nacieron mis hijos, Cornellà, de mis primeras y duras experiencias profesionales, la Zona Franca, el puerto, con sus grúas paralizadas por la huelga de estibadores, las pistas del aeropuerto del Prat, con su continuo trasiego de aviones, yendo y viniendo de tantos sitios a donde quiero volver, y, sobre todo, a tantos y tantos sitios que aún me faltan por conocer... y a mis pies, la autovía por la que, las tardes de los viernes, encaro feliz hacia Boltaña... al lado de la clínica está el Colegio Garbí, de la Fundación Pere Vergés, la descendiente directa de mi querida Escola del Mar; enfrente, la Direcció General d'Esports, donde me ofrecieron un trabajo que rechacé por motivos muy fundados... la vida cierra curiosos bucles...

Se abre la puerta y entra un chico joven, sonriente, en tejanos y camiseta; es el doctor que me va a operar; apellido griego, suave acento criollo...  me explica la intervención: intrauretral, resección del tumor... anestesia epidural, sedado, con un poco de suerte, ni me entero... trasmite confianza, y yo soy extremadamente propenso a confiar en la gente...

Pero antes he tenido que pasar por una curiosa experiencia... entre una joven provista de varias maquinillas de afeitar de un sólo uso... "si lo llego a saber, me afeito en casa", le digo... "no se preocupe, hace un momento he tenido que afeitar a otro..." en pocos segundos he dejado atrás la pubertad y observo con desolación el panorama, y el montoncillo de pelos ya grisáceos que se amontonan en el plástico que han puesto bajo mis posaderas... "lávese ahora con betadine... y, cuando le vuelvan a salir, se acordará de mí...", me dice... "Ahora está de moda, ¿verdad...?" acierto a mascullar...

Pero ya está aquí el camillero... me queda ponerme una de esas ridículas batas cortas con el culo al aire, una especie de gorra de baño verde clara, y unos peúcos a juego, de papel, que no sé muy bien para qué van a servirme... la despedida de Blanca y mi hija es rápida y no especialmente dramática, todos estamos deseando que acabe la operación y, francamente, el riesgo quirúrgico es bajo... un par de besos, y ya estoy saliendo de mi habitación con los pies por delante y mi historia clínica sobre las rodillas... el camillero me lleva por los pasillos conversando alegremente, y yo encojo las piernas por precaución, sólo me faltaría ahora una fractura...

Lo que de verdad me sorprende es la entrada en la zona quirúrgica: se abre una compuerta metálica, de dentro sale una oleada de viento frío, mi camilla se encara con el orificio de la compuerta , y es deslizada hacia otra camilla que se encuentra en el interior: entro como barra de pan en el horno del panadero... o como fiambre en el horno crematorio,no puedo dejar de pensar por un momento..

Cientos y cientos de horas de series televisivas sobre hospitales -¡Qué afición...!- me han preparado perfectamente para lo que me espera allí; en una sala grande se afanan cerca de una docena de profesionales vistiendo pijamas azul claro y coloridos gorritos, que parece que ahora se llevan mucho; en diversos estados de conciencia, otra decena de pacientes, en nuestras camillas, esperamos el trance, o nos recuperamos... a la compañera de mi lado, que está ya operada, le dan periódicamente golpecitos en la mejilla... "¡Sandra, Sandra...!"   Estoy por ofrecerme a seguir yo dándole...  "¡Sandra, coño, que estos señores tienen que cogerme a mí...!" Se despierta, y se la llevan, traen a otros... apenas si tenemos tiempo para que nazca entre nosotros una cierta solidaridad, cada uno va muy a lo suyo...   una nueva cara sonriente, el anestesista... me explica cómo va a ir el tema; al entrar en el quirófano, epidural, sedación, y al séptimo cielo...

Entro en el quirófano, quiero decir, me entran... sobre mi cabeza, una deslumbrante lámpara, supongo que de un montón de leds... una vez más, me preguntan qué me van a hacer... "¡Tumor de vejiga!", contesto siempre... supongo que es para comprobar que estoy, como suelen decir, "orientado y consciente"; estoy tentado de decir "¡Cambio de sexo!", sólo por ver qué cara ponen... el anestesista me indica cómo tengo que poner la chepa para la epidural; lo hago a la perfección, me felicita... "!qué bien colaboras, igual que un niño que acaba de nacer, que ha colaborado mucho, os vamos a dar una medalla...!" un poco infantil todo pero, en esos momentos, casi se agradece... noto que algo pesado me entra en la espalda, pero, al mismo tiempo, por la vía me están metiendo otra cosa... y ya no recuerdo más...

De repente, me despierto tiritando de frío... estoy con los brazos en cruz, una talla verde me impide ver qué diablos están haciendo entre mis piernas, pero los oigo hablar entre sí. aunque no entiendo nada... pero, a mi derecha, en un monitor, puedo contemplar el panorama de lo que están viendo ellos; hay unas paredes grises y estriadas, que supongo que son las de la vejiga, una especie de tubo también gris, que va y viene, y un caos rojizo, que imagino que es lo que están cortando... "¡Tengo frío!", acierto a decir... "¡Ponedle calor a este hombre!" dice una voz, me colocan una manta térmica sobre el pecho y un conducto de plástico blanco por el que sale aire caliente... el panorama en el monitor me aburre un poco, me vuelvo a dormir...

Despierto de nuevo en plan Sandra, no noto nada de cintura para abajo... "¡No siento las piernas...!", grita el Rambo que todos llevamos dentro... ni falta que me hace, ya las recuperaré... pasa el rato, y no me mueven, parece ser que faltan camilleros... la sensación, por extraño que parezca, es de aburrimiento, más que de otra cosa... al final, alguien se acuerda de mí, "Subidlo ya, hombre, que lleva despierto mucho rato..." Por el camino, desconecto otra vez, se ve que lo que me han puesto en vena me deja bastante modorro...

La modorra se me pasa de golpe al entrar en la habitación... Blanca, hijos, hermanos -todos- cuñados -bastantes-... se agradece la obra de misericordia -"Visitar enfermos y presos", ¿os acordáis?- y, además te ayuda a sobreactuar un poco... "!Estoy de puta madre, prueba superada...!" me hago un selfie, besos a todos, pero se van enseguida, el AVE espera a los que viven fuera...

Llega el momento del control de daños; de la vejiga, no me duele nada, aunque tampoco sé bien bien cómo duele una vejiga operada; la epidural, poco a poco, va cediendo, empiezo a mover las piernas... pero me veo los tubos de la sonda, y sobre mí cuelgan enormes bolsas de cuatro litros de algo, que supongo suero, con lo que hay que lavarme la vejiga...

Pasa el cirujano... dice las cosas que espero oírle; parece superficial, todo limpio.... peeero... añade algo que no acaba de hacerme tanta gracia; el tumor estaba encima del uréter izquierdo; ha limpiado todo lo que ha visto, cree que no hay nada más... pero prefiere cercionarse; dentro de unos días, cuando baje la inflamación, TAC y descartar que haya empezado a subir uréter arriba.... dos semanitas más de incertidumbre, biopsia aparte...

Se ha hecho de noche, a las once me dan mi primera comida en quince horas, un yogúr natural y pollo a la plancha... he conseguido que me consideren alérgico al tomate, pero por desgracia se han enterado de mi hipertensión, y me han asignado una "dieta cardio"; quiere decir que no voy a probar la sal en dos días, y que incluso me van a negar un mísero croissant para desayunar... desde el punto de vista gastronómico la clínica ha perdido todo interés. Visto lo visto, me duermo, y lo hago de un tirón, hasta cerca de las seis de la mañana...

Transcurre todo el miércoles veintinueve en un absoluto y total aburrimiento... no tengo dolores, pero la sonda molesta, vaya si molesta... aprovecho para leer... el líquido que sale de mi vejiga va pasando del clarete de la Ribera Navarra al pajizo de los blancos con cuerpo... cada vez más transparente... hay algunas visitas, breves, y ya sabéis lo que decía Gracián de lo bueno y breve... vuelve el cirujano, y me confirma que, al día siguiente, fuera sonda y, si consigo mear por medios propios, a casa... "!Mearé!", le digo, sin dudarlo un momento...

Paso la noche casi en vela, entre las molestias de la sonda -por lo menos, han dejado de entrar en mi cuerpo las bolsas de suero; ahora tengo que beber, mucho, pero por el conducto habitual-, y la inquietud por el ratito que supondrá sacármela, así somos de inconsecuentes los humanos... al hacerse de día, oigo el carrito de la enfermera... vamos a proceder al dessondado...

La primera sorpresa es que me desinflan "el globito", que impide que salga de la vejiga: yo, la verdad, ignoraba su existencia, y me he pasado día y medio temiendo arrancármela de un tirón inadvertido... "¡Respire hondo!", me dice, lo hago, y ya está la sonda en su mano... no me despido de ella -de la sonda. quiero decir-, ni falta que me hace...

Ahora toca orinar sin ayudas externas... pero, primero, contemplo con horror el paisaje después de la batalla: el pene no es, para los varones, un órgano cualquiera; es mucho más, ya sabéis que incluso, muchas veces, delegamos en él decisiones de cierta importancia... y la verdad es que el mío, hinchado y enrojecido, ofrece un aspecto deplorable... "!Mire cómo lo tengo!", le digo a una enfermera, levantándome los faldones de la bata... "!Oh!", se le escapa, tapándose la boca con la mano... me siento el tío de la gabardina en un parque público, nunca es tarde para iniciar una carrera de exhibicionista... hay que llamar al cirujano... me dice, por teléfono, que, si no me lo arregla el médico de urgencias, vendrá él, "Y yo te lo arreglo, seguro...."; viene la doctora de urgencias, una señora de mediana edad, curada de espantos... hábilmente maniobra, los pellejos de los que no he prescindido -musulmanes y judíos van a tener razón- vuelven a su lugar, todo resuelto; hago pipí, con molestias, pero hago pipí, cojo la maleta, y salgo de la clínica casi huyendo...

Y así estamos, pendientes de la segunda tanda de pruebas, TAC y biopsia... una cosa sí he comprobado; la mejor cura para una tendinitis del Tendón de Aquiles es un carcinoma de vejiga; del pie ya ni me acuerdo... ahora, una vez más, como el gatito de la caja de Schrödinger, estoy dos cosas a la vez: muy bien -apenas si con alguna molestia al orinar- y muy bien jodido.... pero así es la vida, todos estamos igual, con la diferencia de que yo lo sé... ¿Qué solución queda al filósofo, más que confiar en la suerte....? Ya os lo he contado, me quedo un poco más tranquilo, y me voy a hacer unos udones con pollo y verduritas. Y con sal...

                                                                    









1 comentario:

  1. Una descripción extraordinariamente expresiva de lo que estas pasando, Antonio. Me acuerdo de ti... y de la experiencia que tuve que pasar, con Pili, cuando le diagnosticaron un triple Tm en la vegiga, que superó... Recuerdos a Blanca

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