miércoles, 21 de febrero de 2018

Lello e Irmao: el Paraíso existe...

Conforme van pasando los años, la existencia del Paraíso me va pareciendo una hipótesis más interesante, aunque poco probable...







Pero el Paraíso, para ser digno de ese nombre, debe estar necesariamente personalizado, "customizado", como se dice ahora... para algunos debe incluir elementos tan superfluos para mí como grandes estadios repletos de masas abanderadas y aullantes, donde sus equipos favoritos ganen siempre por goleadas con "hat tricks" de sus líderes... no he pisado nada similar desde que tengo uso de razón, ni pienso hacerlo, a no ser que se me manifieste una peculiar demencia senil...

Mi Paraíso requiere equipamientos muy concretos: una gorga de aguas frescas y limpias -y pocos turistas- donde nadar, y, muy especialmente, un sillón Poang -de nada, Ikea- con buena lámpara, o una tumbona en mi terracita de Boltaña... y libros, decenas, centenas, millares de libros para toda una Eternidad, libros variados, todos interesantes, todos absorbentes, interminables y, a la vez siempre cambiantes... libros que te cambien la vida -en este caso hipotético, la muerte-, que te hagan cada día más sabio, o más sensible, o ambas cosas, más adulto y más niño a la vez...

Pero los libros no nacen en los árboles; esa provisión inagotable requiere sus propias fuentes; Bibliotecas o Librerías fluviales, oceánicas, tanto me dan unas u otras, las librerías son más caras, pero para pocas cosas me importa menos gastar el dinero... librerías borgianas, inacabables, eternamente renovadas...



Hay en Porto algo que te aproxima a ese ideal de libraría paradisiaca: porque, además de llena de libros, muchos, muchos libros, también es bella: coincido con mi suegro, Sergi, en que los libros son el más hermoso elemento decorativo, y aquí se aúnan con maderas talladas, toda una selva de madera bellamente labrada, donde se adivinan manos de ebanistas orgullosos de su oficio... hay también cristales, no menos hermosos, y las formas curvas, cálidas, acogedoras... configuran un espacio donde no te importaría nada que se te olvidasen al cerrar y tuvieses que pasar todo un fin de semana allí encerrado, como en un culto y apacible claustro materno... si cerrasen los fines de semana, que no es el caso...



Lello e Irmao, que es el nombre de la librería, ha aparecido en algunas películas especialmente dirigidas al público adolescente, como la librería del Centro de Formación para Magos donde cursó sus estudios Harry Potter; no tengo absolutamente nada en contra de la magia y la brujería, me parece una excelente elección el escenario, y no me importa, al contrario, que esa fama mediática atraiga hacia la Librería una importante cantidad de jóvenes turistas... podrá ser un poco incómodo que un jóven con gorrito de punto te fastidie una buena fotografía, pero te alegras lo indecible de que esos muchachos y muchachas estén allí en aquel momento, y no en otros lugares, porque, seguro, algo de la auténtica magia del lugar se les pegará...

Han tenido, además, la genial ocurrencia de cobrar por la entrada: el precio no es prohibitivo ni disuasorio -aunque, por un poco más, te dan un menú completo a cien metros- y, además, se te reembolsa cuando compras un libro... ¡Cuantos visitantes no habrán caído en la trampa, y saldrán con un libro en las manos, para aprovechar la oferta...! más de una vez he pensado en un sistema promocional ligeramente parecido: ingresar en una librería la nómina, a primeros de més, y que, a finales, me devolviesen el importe que no hubiese podido gastar en libros comprados y leídos... seguro que no estaría tan gordo como estoy...

Pero ni las maderas bellamente talladas ni los miles y miles de títulos en varios idiomas hacen una Librería; detrás de ella son imprescindibles seres humanos cultos, entregados, sacerdotes del Libro, que guíen tus pasos, te aconsejen, te encaminen hacia las fuentes de placer que tanto buscas... en mi República Ideal y Perfecta, empleados de bibliotecas y librerías serían la Casta Sacerdotal, la cumbre de la pirámide social, cuidadosamente seleccionados y formados, los únicos autorizados a vestir túnicas de seda y púrpura, estarían exentos de IRPF y se les debería ceder el asiento, obligatoriamente, en los transportes públicos... en Lello e Irmaos hay personas así, que te toman de la mano, escuchan tus preferencias, buscan con qué saciarlas, y, si no las encuentran, hablan por un pinganillo y se comunican con compañeros que les ayudan...



Tampoco estamos muy aventureros: de acuerdo con nuestro mentor, apostamos por lo seguro: António Lobo Antunes: Blanca se lleva una traducción al Español de "Sobre los ríos que van", y yo me atrevo con un bellísimo ejemplar de su última obra, en su idioma: "Até que as pedras se tornen mais leves que a Água", editada impecablemente, por cierto, por "Don Quixote", la magia de las lenguas hermanas peninsulares, tan próximas y, al mismo tiempo, tan distintas... hasta la bolsa de papel en que nos las entregan es bonita... cuando estamos a punto de salir, un título me salta a la vista: "A máquina de fazer espanhóis", de valter hugo mae, tal y como él lo escribe, aunque con una vírgula como la de la ñ sobre la "a", a ver dónde encuentro yo eso en el teclado del mac... ¿Cómo resistirme...? No lo hago, y vuelvo a pasar por caja, esperando desentrañar los secretos de la existencia de dicha máquina y, si es preciso, iniciar una suscripción popular para comprar la patente...



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