miércoles, 7 de marzo de 2018

Dresden, también los buenos hacen cosas malas...

En Diciembre pasado visité, por segunda vez, la ciudad de Dresden, Dresde, decimos nosotros...


El Friso de los Electores; todo porcelana...


Cuando estuve en Praga, nos acompañó en una primera visita a la ciudad una guía colombiana, que vivía allí, así que mi primer contacto con la República Checa -después de las hermosas notas de "Mi Patria", de Smetana, por la megafonía del avión al aterrizar- fue acompañado por el suave acento de las orillas del Pacífico... nos decía: "¿Saben ustedes por qué la ciudad es tan linda...? Porque son mansos, no "peliean", y como no "peliean", no les destrozan la ciudad..."

No es el caso de Dresden, ni de otros que he conocido... y como algún experto en "big data" analice el hecho de que, nacido en Barcelona -que también llevó lo suyo-, he visitado Hiroshima, Gernika, Berlín y Dresden, llegará a la conclusión, sin demasiada base real. de que me atraen especialmente las ciudades que han sido cruelmente bombardeadas... todo lo contrario: las visito con una mezcla de horror, contagio del horror que en ellas se vivió, y sentimiento de culpabilidad, por pertenecer a una Humanidad que tales salvajadas comete...

De hecho, conocí Dresden por motivos laborales: me enviaron a asistir a unas jornadas sobre los Fondos Estructurales europeos, en un momento particularmente dulce: se acababa de inaugurar la azarosa vida del Euro, y Alemania miraba con mal disimulado orgullo la ampliación de la Unión Europea hacia el Este, el "Drang nach Osten" de la geopolítica alemana de siempre, y allí estaban los nuevos socios europeos, deseosos de pillar algún eurillo para remediar su crónica falta de infraestructuras, y hablando obsequiosamente en Alemán... "¡Fíjate -le decía yo a otro hispano: como siempre, nos habíamos agrupado instintivamente por nacionalidades. acogiendo en nuestro grupo, por puro iberismo, al andorrano y al portugués- éstos acaban de ganar la Primera Guerra Mundial; es cuestión de tiempo que ganen la Segunda..."

Para asistir al Triunfo de la Voluntad germana había llegado en un vuelo nocturno, y el taxista que me llevaba al centro de la ciudad, con mal disimulado orgullo, detuvo su coche junto a un puente, para que disfrutase de la vista de los edificios iluminados reflejándose en las aguas del Elba... "Wie Schön!", chapurreé en Alemán, "¡Qué hermoso...!"... y el taxista me debió contestar algo así como: "¿A que sí...?"



Porque a Dresden la llaman "La Florencia del Elba": todas las comparaciones son odiosas, es verdad, pero Dresden es, o era, o fue, una ciudad realmente hermosa; con esa gracia especial de las ciudades con río, sus edificios renacentistas y barrocos bien valían, por sí solos, una visita... pese a que todos, absolutamente todos, habían sido reconstruidos después de la tragedia que se abatió sobre la ciudad.

Entre los días 13 y 15 de febrero de 1945, más de mil cuatrimotores ingleses y americanos machacaron el centro de la ciudad; unas 4.000 toneladas de bombas explosivas e incendiarias, que originaron una "tormenta de fuego" que mató -y ahí las estimaciones varían, como en las manifestaciones- entre 25.000 (según la Guardia Urbana) y 100.000 personas. Prácticamente todas civiles, porque los únicos edificios intactos resultaron ser los cuarteles... todavía se discute si Dresden era un objetivo militar o se trató, simplemente, de una acción gratuita y terrorista, sobre una ciudad atiborrada de refugiados que huían -no sin motivos de peso- del avance soviético, y en un momento en que Alemania estaba ya claramente contra las cuerdas: en todo caso, los responsables de la acción tuvieron la suerte de ganar la guerra, y así asegurarse que no deberían responder ante ningún tribunal, e incluso que una película sobre lo majos que eran arañaría alguna cosa en los "Oscar"... en todos los edificios que visitaría en los días de mi estancia figuraba una placa con tres fechas: construcción del edificio, destrucción "Por los ataques aéreos terroristas anglonorteamericanos del 13, 14 y 15 de Febrero de 1945", y fecha de la reconstrucción por la República Democrática Alemana...

¿Todos reconstruidos...? No, por supuesto: se reconstruyeron los más notables; el resto de la ciudad era -y sigue siendo- más bien rara, con grandes avenidas en el lugar donde debían hacinarse casas medievales o poco más modernas, y edificios de estilo utilitario-socialista, sólidos, pero no excesivamente afortunados desde el punto de vista estético; tonterías, las justas...

Quedó uno por reconstruir; la Iglesia de Nuestra Señora, la Frauenkirchen.

Cortejo de los Electores: Friedrich es el único que mira al público...


Vale la pena comentar un poco la historia de éste edificio: a finales del Siglo XVII, el Elector -príncipe soberano- de Sajonia, Friedrich August II, casó con la heredera de Polonia, y se convirtió, así, en heredero del trono polaco: para aspirar a reinar en Polonia - como ahora, ni más ni menos- era imprescindible ser católico, y el luterano príncipe no tuvo el menor inconveniente en convertirse, edificando al mismo tiempo una hermosa iglesia papista en el mejor solar de Dresden, junto a sus palacios gemelos, su residencia y la de sus amantes, unidos por un oportuno puentecillo, por si las prisas...

Ésta es la Katholische...


La indignación de sus súbditos, todos devotos protestantes, fue considerable: hoy lo hubiesen resuelto con una cacerolada, pero entonces decidieron darle en los morros en forma más artística, y costearon la construcción de la mayor iglesia de la Cristiandad... reformada: y así nació la Frauenkirchen.

Cuando la bola de fuego originada por el bombardeo alcanzó la Frauenkirchen, ardió como una tea en su interior, pero el exterior permaneció incólume... ¡milagro!... pero milagro efímero; en cuanto cesó el fuego y las piedras se enfriaron, se desplomó como un castillo de naipes.

Así la conocí yo; en ruinas; y no porque mis camaradas del Partido Socialista Unificado de Alemania tuviesen manías hacia las cosas de curas o de pastores -reconstruyeron un montón de iglesias-, sino porque quisieron dejar un recuerdo de lo bordes que podían ser, a veces, las democracias occidentales capitalistas... pero se había producido la Reunificación, y la Nueva Alemania de Kohl no tenía ya necesidad de aquel montón de cascotes; había que reconstruir también la Frauenkirchen, y todo Dresden estaba lleno de urnas de metacrilato donde se recogían las aportaciones populares... me acerqué ceremoniosamente a una de ellas, y deposité un euro; viniendo de un país del Sur, pobre y endeudado, más que suficiente.

Bajo el oropel de la Reunificación latía una realidad distinta; una ciudadana de Dresden, que nos acompañaba, nos explicó lo que estaba pasando... las viejas fábricas socialistas habían sido privatizadas y vendidas a empresas occidentales, que rápidamente las habían cerrado, para vender allí sus productos... los jóvenes no encontraban trabajo, y emigraban al Oeste... sólo se había construido una flamante factoría de Volkswagen, acristalada y transparente, se podía seguir desde la calle todo el proceso fabril; pero sólo se montaba un modelo de lujo, poquísimas unidades... Dresden, como toda la Alemania Oriental, había pasado de ser la región más industrial de la Europa Socialista a uno de los múltiples culos de la Europa Capitalista... en las elecciones se mantenía una fuerte presencia de la Izquierda -es decir. de la izquierda a la izquierda del SPD-, pero cada vez subía más la extrema derecha...

Recuerdo al respecto que, el último día de las jornadas, nos recibió oficialmente el alcalde en el Salón de Gala del Ayuntamiento, donde nos habíamos reunido; ya al llegar, me sorprendió ver un inusual despliegue de antidisturbios: mientras el alcalde nos hablaba, vi por una ventana un numeroso grupo de gente que, formados y caminando marcialmente, se acercaban al edificio: vestían todos cazadoras de cuero, calzaban pesadas botan militares, hacían ondear banderas con los viejos colores imperiales -blanco, negro, rojo....- y gritaban rítmicamente consignas... "¡Coño, los neonazis!", me dije...al alcalde le susurraron algo al oído, se despidió apresuradamente de nosotros, y lo vi acercarse al grupo de manifestantes y hablar con ellos... a nosotros nos sacaron por una puerta lateral, sin darnos demasiadas explicaciones... al día siguiente, los titulares del periódico local me ampliaron la información: el equipo de fútbol de Dresden estaba a punto de ser expulsado de la Bundesliga por deudas, y sus seguidores habían ido a exigir que el Ayuntamiento se hiciese cargo de las mismas.. como podéis suponer, lo habían conseguido...

Conservaba un magnífico recuerdo de Dresden, quería que Blanca la conociese, y, qué caramba, también tenía curiosidad por ver en qué se habían gastado mi euro... por eso, en mi última visita a Berlín, contratamos una excursión a Dresden... no era exactamente igual, en vez de unos luminosos y cálidos días de Mayo -ya dicen los alemanes que "Cada Primavera sólo tiene un Mayo"- era Diciembre y hacía un frío que pelaba, y una excursión en autocar, con unos compañeros mitad anglosajones, mitad israelíes (¿Schadenfreude...?), tampoco es mi ideal de visita, peeeero...

Primera imagen de una naranja, la "Appelsinne", la "Manzana de China"...


Dresden no me defraudó: sigue siendo una ciudad hermosa, y a Blanca le encantó: coincidimos, además, con los mercados de Navidad, que en Alemania son todo un espectáculo, y, en un Domingo, la ciudad estaba llena y animadísima... pude recorrer los lugares que recordaba, siempre con algún pequeño problema; encontré cerrada la cervecería municipal, en los bajos del Ayuntamiento, donde había comido y bebido muy bien, pero dimos con un restaurante cerca, donde pude probar un guisote de Wildschwein (Chabalín, para los amigos) más que aceptable...

Como os podéis imaginar, visité mi Frauenkirchen. nada que objetar, le han sacado provecho a mi oiro... aunque han usado algunas piedras de la antigua, tiene aún ese cierto aire Exin Castillos de los monumentos recién restaurados, pero ya irá tomando pátina con el paso de los años, le deseo que siga allí en pie hasta, por lo menos, el próximo ataque aéreo terrorista anglonorteamericano... pasamos rápidamente por su interior, porque estaban diciendo Misa, o lo que tengan a bien hacer los protestantes, que en eso no entro... impresionante también, sehr Gut...

"Mi" Frauenkirchen...


... y su cúpula...


Visitamos también un Weinachmarkt de pago... lo hemos visto por primera vez en ésta ocasión, mercados de Navidad donde hay que pagar una pequeña entrada; dentro se parecen más a nuestras ferias medievales, con chicas de falda hasta el suelo y corpiño y chicos de leotardos y chalecos de cuero, vendiendo cosas más o menos artesanales y más o menos viejunas.... para beber, cerveza y gluhwein, ese vino caliente, azucarado y especiado que, lo confieso, me gusta bastante, en fríos días -o, mejor, noches- invernales alemanes... también este año he apreciado una explosión de gluhwein temático, con frutas variadas... muy bien, se pueden beber... no comparto la opinión de un amigo que me decía: "No hay vino, por malo que sea, que se merezca que hagan eso con él..."



Antes de despedirnos de Dresden, en la plaza del Ayuntamiento, la Rathaus, dos monumentos curiosos...

En el centro de un cuidado parterre, la Trümmerfrau, la mujer trabajadora en el desescombro... Alemania fue desescombrada por mujeres, viejos y niños; los jóvenes habían muerto o estaban en lejanos cautiverios... la Trümmerfrau, botas de soldado, mandil y azada en la mano, pañuelo en la cabeza -¡cómo se pondrían de polvo y cenizas...!- mira, confiada, hacia el Futuro, el Zukunft, que allí le prometían socialista... confío en que, por lo menos, le haya quedado una pensión medio decente, en esta tierra despiadada y liberal...




Y ya en la puerta de la cervecería municipal -benemérito servicio público que todo ayuntamiento debería prestar a sus vecinos-, un Baco, borracho como una cuba y en pelota picada, resbalando sobre el lomo de un burro que no parece más sereno que él... como sabéis, hay casi en cada ciudad turística alguna cosa que hacer si quieres volver allí: en Barcelona, beber agua de la Font de Canaletes; en Girona hay que besarle el culo a una leona; en Dresden, vaya por Dios, frotarle la punta del haba a Baco... el bronce está casi desgastado, de tanto roce... yo lo hice en mi primera visita, y funcionó; lo he repetido, mirando a derecha e izquierda para no ser visto por nadie en semejante trance... no me importaría que el prepucio del dios volviese a conducir mis pasos hacia la hermosa ciudad del Elba, auf Wiedersehen, Dresden...












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